Cuando aún era un niño, Said dejó la escuela para aprender los entresijos del negocio familiar: guiar a los turistas a través del desierto. Ahora forma parte de las expediciones de dromedarios que atraviesan las dunas de Erg Chebbi. Durante el camino, nos contó su historia...
Tal y como dicta la tradición bereber, el guía de dromedarios lleva este nombre porque es el tercer hijo de su familia. El primero de sus hermanos fue nombrado Mohamed por ser el primogénito, y el segundo, Abraham. Si hubieran sido niñas, pondrían Aisha a la primera hija y a la segunda Fátima.
Pese a que se encarga del transporte de turistas hasta el Oasis de Oubira, ni él ni su familia viven ya en el desierto. Hace mucho que se instalaron en Takotj, un pequeño pueblo que queda a una hora del oasis a pie. El joven bereber fue a la escuela de Rissani hasta los 6 años, pero debido al tiempo que tardaba en llegar hasta allí, alrededor de dos horas en coche, dejó de estudiar y comenzó a aprender el oficio familiar. Aunque no contara con una educación básica, Said aprendió idiomas: catalán, castellano, inglés, francés, italiano, además del árabe y el bereber. Ahora, mientras él guía a los animales a través del desierto, su padre trabaja en el Oasis de Oubira para dar la bienvenida a los turistas. Allí les prepara haimas, las tiendas de piel que montan los nómadas en el desierto para guarnecerse durante el día y la noche.
Cuando los expedicionarios subieron a sus dromedarios, Said susurró "tuctuc", y en ese mismo instante los animales se pusieron en pie, uno detrás de otro en fila india. Por lo general, los dromedarios que encabezan las caravanas son machos, porque las hembras se reservan para dar leche y criar, al igual que en una familia musulmana según Said. Estos animales, que pueden vivir de 20 a 25 años, tienen mucha resistencia: pueden pasarse una semana sin beber agua mientras coman algunas de las pocas hierbas que encuentran entre las dunas. Otra curiosidad es que el dromedario no solamente se utiliza como atracción turística, sino que los habitantes de la zona se alimentan de su carne. Además, su piel también se usa para fabricar tambores o se trabaja hasta convertirse en la tela que cubre las haimas.
Finalmente, cuando llegamos a nuestro destino, Said dijo "outche" y los dromedarios descendieron sobre sus patas para que los expedicionarios desmontaran y empezaran su noche mágica en el Oasis de Oubira.