Pedro Xoo recibió un día una llamada para ir a cubrir una noticia. Cuando llegó, no encontró ningún hecho para fotografiar o informar, y rápido se dio cuenta de la razón por la que le habían citado allí: para matarle. Pudo esquivar las balas que iban a por él y cuando consiguió escapar decidió esconderse durante dos años. La razón de su persecución la sabía de sobra: era incómodo para el poder.
México es un país donde ser informador deviene una profesión de alto riesgo, y más cuando la vocación de servicio para la sociedad es la principal motivación para ejercerla. No obstante, la actitud de personas como Pedro, quien sigue con su pasión por el fotoperiodismo y el trabajo social, es perseguida por la fuerza y el significado que puede llegar a tener entre la población que le escuche.
Por eso México, como cualquier país del mundo, necesita profesionales involucrados y comprometidos que ejerzan de altavoces de las necesidades del pueblo, por mucho que el poder quiera silenciarles. Más aún cuando personas como Pedro pretenden dar a conocer a su gente nuevas perspectivas sobre el mundo como el pensamiento feminista o las reformas educativas, necesarias en México, pero aún más si cabe entre las comunidades mayas.
Pero la solución no solo consiste en la persistencia de informadores valientes, pues en una relación de poder siempre hay dos partes y también cabe poner el foco en el otro extremo del cable: los gobiernos. Es importante que los que tienen el poder comprendan la relevancia de tener un pueblo informado y reflexivo; aunque, claro, pocos gobernantes están interesados en tener una población capaz de pensar más allá de lo básico.
Así pues, mientras las sociedades avanzan y las relaciones de poder se reajustan, los valientes como Pedro Xoo siempre serán un ejemplo para el periodismo, admirados por los que creemos en la labor que este lleva a cabo y, sobre todo, incómodos para quienes creen que el poder les pertenece.
Marina Borràs