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Los montes Rwenzori a través de la niebla

Por Juliano Fernández
Por Juliano Fernández

Por Clàudia Corbella Masip

Nos acompañan en el recorrido de la zona occidental de Uganda, pero no los vemos. Su figura se evade en el horizonte, detrás de la niebla. Los Montes Rwenzori, situados en la frontera entre Uganda y la República Democrática del Congo, son una de las regiones montañosas más impresionantes y enigmáticas del África Central. También conocidos como los «Montes de la Luna», estos picos se caracterizan por su majestuosa belleza y su característica niebla que a menudo los envuelve, creando un paisaje oculto y etéreo que ha sido escenario de películas como Mountains of the moon, de Bob Rafelson. Su bruma espesa le ha permitido guardar las montañas en un profundo misterio que el hombre, incluyéndonos, ha perseguido incansablemente.

Buscando dichas montañas, subimos la verde colina de Kyeganywa. Una hora y media caminando no fueron suficientes para avistarlas, lo que no es sorprendente, puesto que la cordillera estaba, como de costumbre, tapada por una densa neblina. Este velo constante de nubes no solo resalta su majestuosidad oculta, sino que también simboliza la complejidad y la belleza del mundo natural. 

Las Rwenzori son el resultado del levantamiento corteza terrestre en el gran valle del Rift africano. La cordillera más alta de África cuenta con picos cubiertos de nieve y glaciares, lo que permite la formación de una niebla que la abraza y genera corrientes de agua que fluyen hacia los lagos Georg y Eduard, alimentando así el Nilo Blanco. De hecho, etimológicamente Rwenzori significa «Hacedoras de Agua». 

Con una extensión aproximada de 110 km de largo por 50 km de ancho, las Rwenzori fueron designadas Patrimonio Mundial de la Unesco en 1994 debido a su impresionante belleza y biodiversidad. Destaca también su café arábico, conocido por su alta calidad debido a las condiciones óptimas de altitud, clima y suelos fértiles. El Pico Margarita (5.109 metros) corona la cordillera, elevándose como la tercera montaña más alta de África, después del Kilimanjaro (5.895) y el Monte Kenya (5.199). 

Cultura, leyendas y desafíos

Los Montes Rwenzori tienen una rica historia cultural. Han sido considerados sagrados por varias comunidades locales y tienen gran poder espiritual, siendo hogar de ancestros y espíritus. El nombre «Montes de la Luna» proviene de las antiguas descripciones de los exploradores occidentales, quienes, al observar las cumbres nevadas envueltas en niebla desde el calor ecuatorial, pensaron que estos picos podían estar vinculados a las leyendas de las montañas lunares. Así y todo, su existencia no se confirmó fuera de su entorno más próximo hasta 1876, cuando Henry Moroton Stanley avistó por primera vez la cordillera durante la expedición para rescatar a Emin Pash, gobernador colono atrapado en la revuelta mahidi -un levantamiento islámico contra el dominio colonial egipcio-británico, que terminó con la derrota de los mahdistas en 1898- en Sudán. Regresaron menos de 200 de los 700 hombres de Stanley.

Aunque el turismo ha incrementado en la región, Rwenzori esconde terror e incertidumbre entre la niebla y se enfrenta a varios desafíos: el rápido deshielo de sus glaciares y la presencia de las Fuerzas Armadas Aliadas (ADF), grupo terrorista que opera tanto en Uganda como en la República Democrática del Congo. Estas montañas, con su difícil acceso y densa vegetación, proporcionan un entorno ideal para que grupos armados como las ADF se oculten y realicen operaciones guerrilleras. Por otro lado, sus glaciares han disminuido drásticamente en tamaño debido al calentamiento global y cambios en los patrones de precipitación, con una reducción del 80% desde los años 60. 

Aunque se oculte su belleza, los Montes Rwenzori son un tesoro natural y cultural en el corazón de África Central. Su majestuosidad, biodiversidad y el papel vital que juegan en la región hacen de estos picos un lugar fascinante para explorar y proteger. Que tal maravilla natural se niegue a revelar su misterio nos enseña la importancia de valorar la belleza oculta y a reconocer que, a menudo, lo más significativo está envuelto en misterio.